Ese beso en la mañana
que me recoge de entre las sábanas
para situarme en una de las líneas
cercanas a tu boca,
y que me alcanza
para sobrevivir
del murmullo de la cotidianeidad.
Ese beso en la tarde
que desvanece
el ruido de los miedos
que me persiguen.
Ese beso en la noche
que desordena las palabras,
las mismas
que te nombran
a través de la poesía,
un beso insensato,
intenso,
palpable,
húmedo,
el último beso del día
que me hace desear
cerrar los ojos
para amanecer en ti
y regresar a tu boca,
veinticuatro horas más.
Qué alegría, un poco soberbia, de haber sido ese beso tantas veces, de seguir siéndolo. Qué belleza.
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Ja, ja, creo que “presuntuosa”, aunque es muy parecido a “soberbia” refleja más lo que buscaba decir. Un saludo.
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¡Lothrandir!, me tomó algún tiempo analizar lo que decías de “soberbia” y “presunción”, no entendía por qué. Ja ja ja. Claramente hablo del beso con la intención de recordar lo que siento cada vez.
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Ja ja. El que se hizo un lío fui yo. Me refería, o más bien intentaba hacerlo, a mi propia presunción de conocer en propia carne ese tipo de besos. Es que hay que dejarle la poesía a los poetas; nunca aprendo. Te agradezco y lamento el tiempo dedicado a encontrar sentido a mi desafortunado comentario. Un saludo.
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No porfavor, no digas eso. Te agradezco que te tomes el tiempo de leerme y comentarme. Aquí seguimos. Un abrazo.
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