El tiempo asomado
en la ventanilla del avión,
la música escapando
en mi rostro
somnoliento,
las palabras incomprendidas,
los edificios grisáceos,
el olor a pan,
las cafeterías
que recorrían
el cuerpo entero
de mis libros,
los montes,
los túneles,
la lluvia,
la nostalgia,
tú llorando
en algún parque,
yo cumpliendo sueños,
las paredes blancas
con letras,
personas leyendo,
el reloj,
los sabores
recorriéndome la boca
urgidos,
un recuerdo tuyo,
los cuadros,
las esculturas,
los jardines,
tú sentada
mirando a la gente caminar,
el frío rozándome
los párpados,
el vagón,
la espera,
mis manos postradas
en la cerveza
de aquel bar,
tú susurrándome al oído
a nueve mil kilómetros
de ahí,
también tocabas
mi entrepierna
mientras yo sonreía,
el río,
las iglesias,
los museos,
no tengo tus labios,
la tarde
de vino tinto,
ese barrio,
las calles
conversando con el arte
de aquellos pintores,
yo te abrazaba.
El ruido,
el tráfico,
la distancia,
trece de noviembre,
te beso
por enésima vez
para siempre.
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